Aún faltaban dos días por delante para terminar la semana y sólo entonces podría escapar de las tareas diarias para ver a Shane pero no podía esperar dos días. No sólo porque estaba sola en casa y porque no tenía con quién reír ni con quién charlar como lo hacía con él y porque simplemente lo extrañaba, no sólo por todo eso. Sino porque....Lo había visto al salir de clases esa mañana, sabía lo que estaba pasando y no podía evitar sentir miedo. Sí, miedo. No había otra palabra.
En el camino de vuelta a casa había visto muchos más hombres uniformados de blanco de lo que normalmente había y eso la obligaba a ser pensando en ello. Incluso luego de haber decidido tomar un pequeño bolso y subirse al tren seguía ese pensamiento, esa imagen en su cabeza. Todos en fila, la urna, y finalmente, un nombre siendo llamado por el altavoz. Su piel se erizaba cada vez que lo recordaba y su pecho se oprimía en angustia.
Cuando llegó al Distrito número cuatro tras un par de horas de viaje se guió con la poca información que tenía del lugar y que sabía de Shane. Recordaba a la perfección que por las tardes solía, o intentaba, asistir a clases y rezó, aunque no fuera una persona de fé, que hoy hubiese asistido a clase porque pedir indicaciones para encontrar un colegio era mucho más fácil que preguntar por "la casa de Shane". Y ciertamente fue fácil, no sólo preguntar dónde quedaba la institución educativa del lugar sino también llegar ahí a pesar de lo confuso que podía resultar el paisaje, tan distinto en algunas cosas al de su hogar.
Cuando encontró el edificio, por suerte claramente reconocible, vio que salía gente constantemente por lo que las clases debían haber acabado hacía no muchos minutos. Entre tantos rostros, todos y cada uno desconocidos, buscó con algo de desesperación el único que le interesaba mientras se adentraba con pasos torpes en contra mano al paso de la multitud hasta que finalmente lo vio. Tan perfecto como siempre, sus fracciones encantadoras resaltando de las del resto y casi sintió celos de quienes podían verlo todos los días. Gwendolyn quedó sin aire un momento, porque al verlo sintió que todos desaparecían incluyéndose a si misma y entonces recordó por qué estaba ahí. Su garganta dolía al contener la mezcla de sentimientos anudándose en esa zona pero frunció el ceño tratando de reprimirlo y corrió. Corrió entra la gente tratando de alcanzarlo antes de que se fuera.
—¡Shane!— Se las arregló para llamarlo a pesar de lo difícil que le fue pronunciar palabra, y cuando estuvo lo suficientemente cerca tras esquivar varias personas caminando en el sentido opuesto, llegó a su cuerpo y sin pensarlo dos veces lo abrazó con fuerza y necesidad.

Una sonrisa idéntica a la de ella apareció en los labios de él después de escucharla. Aunque no podía estar de acuerdo con lo que había dicho, no iba a contradecirla, y además se dio cuenta de que había sido tonto preocuparse en pensar disculparse por lo que acababa de hacer, porque el sentimiento era mutuo, ¿verdad? —Te creeré, por ahora— Era una broma, por supuesto, pero alzó levemente las cejas, hablando con un tono desafiante parecido que había usado ella. Y eso fue todo lo que alcanzó a contestar, porque la mente se le quedó en blanco apenas los dedos de Gwen comenzaron a recorrer su pecho desnudo. Se le hacía cada vez más complicado mantener su respiración o los jadeos bajo control a medida que las caricias iban descendiendo.

Recibió el beso que ella le dio como si llevase toda la vida esperándolo, y la apretó contra su cuerpo casi con desesperación. Se permitió morder un segundo los labios de Gwen antes de bajar sus besos por la mandíbula de la chica, siguiendo por su cuello hasta los hombros. Le hacía gracia besarla ahí porque aunque Gwen fuese lo más dulce que encontró jamás, su piel estaba salada, por culpa del agua marina. Al mismo tiempo, dejó que sus manos volviesen a explorar el cuerpo de ella. Sus pechos, la cintura, sus caderas, la piel de su estómago, su espalda, una y otra vez.. En algún momento se topó con que el vestido que él mismo había abotonado hace un rato se había vuelto una verdadera molestia, así que sin detenerse a pensarlo, comenzó a desabrocharlo, hasta que la prenda terminó colgando sólo de los hombros de Gwen. —Cogerás un resfriado— Intentó que aquella excusa para desnudarla sonara como un regaño, pero con lo entrecortado que hablaba no le resultó demasiado.

Le dedicó una sonrisa torcida y regresó a sus labios, porque sentía que si estaba demasiado tiempo lejos de ellos podía morirse de lo mucho que los necesitaba. Apoyó casi casualmente sus manos en el trasero de ella y desde ahí la alzó hasta que sus rostros quedaron casi a la misma altura. Así podía besarla con mayor facilidad. Reposó su frente contra la de Gwen y cerró los ojos un segundo, mientras recobraba el aliento. —Yo no sé... si alguna vez te dije lo mucho que me gustas. Eres hermosa, más encima.— Confesó, sin despegar sus ojos de los de ella ni dejar de sonreír.

Siempre había sido demasiado reservada y callada, nunca se la había considerado por sus cercanos y familiares como una persona de mucha habla ni a grandes rasgos alguien sociable, mucho menos alguien que fuera físicamente afectiva, menos aún disfrutaba del contacto físico con los demás. No es que fuera antipática pero si puedes reservar tus abrazos y ese tipo de muestras de cariño, mejor. Sin embargo Shane había llegado a su vida y dado vuelta su mundo, cambiandolo todo, volviéndolo ameno y agradable. Cada vez que tenía la suerte de probar sus labios, Gwendolyn se convencía más a sí misma de que eso era lo correcto, que él era el indicado y era fácil saber cómo. La simple idea de alguien más besándola le disgustaba horrores, de alguien que no fuera él tocándola como lo hacía Shane en ese momento hasta la asustaba pero si había algo no podía ni pensar al respecto era que alguien que no fuera ella lo tocara a él. El enojo y angustia ante la idea era demasiado abrumador, ese sentimiento también era nuevo. ¿Alguna vez había sido tan posesiva sobre alguien más? Sabía que la respuesta era un ruido y gigante "no".
Cuando el beso llegó a su final recordó que debía respirar y una respiración calma no alcanzaba para lo agitado que estaba su cuerpo. —No me enfermaré si me mantienes caliente.— Intentó mantener la voz tranquila, dejó caer el vestido húmedo y al verlo sonreír de aquella manera pensó que el corazón se le saldría del pecho o se desmayaría por la forma en que reaccionaba al ser testigo de tan precioso gesto. Pero antes de poder desmayarse los labios del chico volvieron a los suyos y se sintió como en casa, tan bien que no emitió ningún sonido al notarlo alzándola a pesar de que sabía sus mejillas la delatarían cuando la viera. De ese modo ambos rostros estaban a la misma altura y para afianzar la posición, lo abrazó por el cuello con ambos brazos y rodeó su cintura con las piernas, así acompañó su respiración agitada con la propia. Ambos jadeos era lo único que podía escuchar hasta que su voz, su adorable y suave voz volvió a deleitar sus oídos. —Nunca te dije lo mucho que me gustas tampoco. No encuentro un idioma lo suficientemente complicado para buscar palabras que lo describan como tampoco puedo describir lo precioso que tú eres.— Hizo énfasis en su persona y si hacía unos segundos creía que se desmayaría ahora quizás explotaría. El oír de su boca que la consideraba hermosa la estremecía de pies a cabeza y la obligaba a sonrojarse con violencia pero eso no la detuvo de decirle lo que ella pensaba al respecto, incluso la incitó a hacerlo y no mentía. Cada vez que lo observaba con atención encontraba más y más atractivos sus rasgos y no podía creer que alguien que se viera tan bien podía ser igual o incluso más hermoso por dentro. Teniendo sus frentes unidas podía mirarlo con atención y de cerca, y esos mismos pensamientos afloraban a rienda suelta. Se quedó observándolo embelesada, casi embobada ante su sonrisa. Delineaba con la vista la forma de sus labios y de sus mejillas, de su mentón y el resto de su cara y la reacción siempre era la misma. A faltas de palabras sonrió, igual de perdida y alegre que su mirada.

Iba a volverlo loco, pues cada cosa que ella hacía generaba en él unas reacciones tan colosales que fácilmente podría explotar. Y, en realidad, Gwen podría hacer con él lo que quisiera, pues éste jamás tendría la voluntad de negarle algo. Era inconcebible que fuese de otra manera; en cuanto Gwen pidiese algo, él correría y haría lo que fuera para satisfacerla.

Ella dejó caer el vestido y Shane no pudo hacer más que devorarla con la mirada, para después unirse con boca y manos en esa desenfrenada admiración del cuerpo de Gwen. La besó una última vez, sosteniéndola a su altura y deleitándose en la manera con que se aferraba a él. Era tanto lo que sentía que debía decirle que no hallaba las palabras, y si comenzaba, primero habría de darle las gracias por haber llegado a su vida, y por ser tan increíblemente perfecta y dulce, ni hablar de lo especial que lo hacía sentir. Cómo es que el tiempo nunca parecía extenderse lo suficiente mientras estaba a su lado, y cómo las horas se hacían eternas mientras tenía que contentarse sólo pensando en ella, porque era demasiada la distancia que les separaba. Pero en lugar del bonito discurso que pudo haber sido, de sus labios sólo salió una confesión medio tosca, pero que al menos y a grandes rasgos, resumía lo que sentía.

Pero la respuesta de Gwen sí plantó una sonrisa boba en el rostro del chico, que se quedaría en sus labios por mucho tiempo. La besó fugazmente, antes que se le ocurriese qué decir. —No hace falta que lo digas, pues puedo verlo en la manera en que me tratas. Seguro que soy el más afortunado del planeta.— Replicó con dulzura, bajando la mirada.

—Sólo... ayúdame a merecerte— Era tanto lo que ella le daba que parecía imposible que él pudiese corresponder como debía ser.

En ese momento sentía tal plenitud que el deseo que había estado guiando sus actos parecía haberse quedado tranquilo. Y nuevamente le asaltaron las dudas sobre si hacía lo correcto al tratar de tomar de esta manera a Gwen. Sonrió timidamente, y dejó un beso sobre la mejilla de la joven. Aquel pequeño gesto le hizo reír alegremente.

—Estamos salados, quizás deberíamos ducharnos.— Sin esperar respuesta, cargó a Gwen en brazos hasta llegar al baño, depositándola bajo de la regadera. Trató de explicarle —con lo que le costaba concentrarse ahora— el funcionamiento y las mañas de las llaves del agua, con la intención de dejarla ahí para ir por un par de toallas y luego ducharse él .

Primero pensó que todo era demasiado irreal, pero allí estaba y lo escuchaba con demasiada claridad como para convencerse de que era un sueño o algo por el estilo, así que procedió a considerar que no podía ser serio. —Debes estar bromeando.— Refutó convencida. Podría haberse tomado largos minutos explicando lo sola que se sentía tan solo meses atrás, que tan retraída era; cómo desde que él le había pedido por indicaciones por casualidades de la vida no pudo dejar de sentir cosquillas en el estómago cada vez que él sonreía de aquella forma tan alegre y que con dicha sonrisa y sus abrazos cariñosos y todos esos momentos en los que simplemente charlaban y reían la había sacado de esa soledad; de lo muy agradecida que estaba porque él la quisiera tanto y que en definitiva era tan maravilloso que era ella quién no lo merecía. Pero no lo dijo, no en ese momento en el que aún resultaba complicado tratar con su propia respiración. —Mereces lo mejor de lo mejor y más aún.— Decidió resumir sus pensamientos al respecto en un comentario tan simple como práctico para así recibir el beso en la mejilla.
Una pequeña risa divertida sonó de ella y asintió al comentario. —Es cierto, si la lluvia ácida es mala el agua salada también debe serlo.— Bromeó para cuando él ya la estaba cargando y llevando hacia otro lado, el baño supuso como deducción obvia. No quería ser una molestia y para algunas personas tener que cargar a otro podía ser tedioso sin embargo él parecía hacerlo con total naturalidad por lo que no dijo nada al respecto más que abrazarse a él hasta que la dejó en el baño tras darle algunas indicaciones. Pensó que sería más fácil si se quedaba con ella pero ya no sabía qué esperar de sus propias reacciones por lo que asintió a todas las instrucciones aunque estaba algo distraída. Cuando se quedó sola se duchó rápidamente y al salir tomó una de las toallas que había colgadas y tras cubrirse con esta salió del baño. Shane la prosiguió por lo que lo vio apenas unos segundos antes de volver a quedar sola. Copió el camino de vuelta a la habitación el cual por suerte no fue muy difícil de recordar, y al entrar en esta se acercó a la cama donde se sentó esperando a Shane de regreso. De pronto comenzó a sentir el peso de todas las emociones vividas en un sólo día en su cuerpo y si bien no tenía sueño se recostó sobre la cama aún algo húmeda y sólo cubierta por la toalla hasta que él volviera.

La miró, sorprendido. Claro que hablaba en serio; ¿cómo podía no ser así? Buscó algo inteligente que contestar, algo que la convenciese de que lo que acababa de decir era real. Pero antes de poder abrir la boca, ella le hizo sonrojar. —Tú eres eso.— Lo único que atinó a hacer aparte de decirle eso fue sonreírle y besarla en la mejilla. —Y no estoy bromeando.—

Acordaron tomar una ducha, así que la llevó hasta allí. Cada segundo que Gwen pasó bajo la regadera y lejos de él, Shane se preguntaba que por qué diablos había insistido en dejarla sola ahí; pues la necesitaba como si fuese los latidos de su corazón. Un poco más y podría haber estado golpeándose la cabeza contra alguna puerta mientras la esperaba. Cuando fue su turno del baño, volvió a asaltarle la incertidumbre. Perfectamente podía llevársela de regreso a la ducha, y obtener la oportunidad que tanto lamentó haber dejado pasar. Pero no lo hizo, y en cambio se bañó con agua fría tratando de ser lo más rápido posible. El debate que se gestaba dentro de su cabeza parecía no tener solución, y Shane se rió de sí mismo por hacerse tanto problema. Su problema radicaba en que temía dejarse llevar por los impulsos y con eso herir a Gwen de alguna manera. Si lo hacía, jamás se lo perdonaría. Después de todo, él era el mayor, y por ende, el que tenía que ser responsable, ¿no?

Regresó a su habitación envuelto con una toalla a la altura de la cadera y un tanto aplastado por la sensación de abatimiento. Sensación que desapareció en cuanto se encontró con Gwen recostada sobre su cama. Se dejó caer a su lado sin mucha suavidad, y se quedó mirándola con una sonrisa boba en los labios. —Eres hermosa— Repitió, tratando de ignorar lo fácil que sería volver a desnudarla.

Rápidamente cayó en un estado de entre sueño causa del cansancio vivido ese día, sin embargo no podía dormir profundamente en esas circunstancias, al menos no teniendo a Shane en una habitación cercana, sin ropa y bajo la ducha.
Se estremeció ante la imagen mental e intentó quitarla de su cabeza para esperar pacientemente, lo más difícil de todo, allí recostada en la cama y con los ojos cerrados.
Parecía que los minutos no pasaban más o quizás pensaba demasiado rápido haciendo que el tiempo pareciera lento.
Por suerte pocos minutos después escuchó al muchacho entrar de vuelta a la habitación y acercarse a la cama. No se atrevió a abrir los ojos porque sabía él estaría con tan poca ropa como ella lo estaba, y de hecho no tenía prenda alguna encima más que la toalla que la cubría.
Sabía que debía ser algo poco relevante, que eran sólo sus cuerpos pero no pudo evitar sentirse algo nerviosa al respecto, más aún cuando lo sintió recostarse a su lado y fue entonces que abrió los ojos sin pensar en el por qué no lo había hecho antes. Se encontró con la alegre sonrisa de Shane y antes de poder pensar qué hacer volvió a escuchar palabras que la dejaron sin aliento y sin respuesta alguna. Pensó que era demasiado para que su cuerpo y mente lo soportaran, su rostro perfecto y sonriente, su voz dulce recitando palabras que poco podía creer fueran para ella, la cercanía de ambos cuerpos cuyas vestimentas brillaban por su ausencia. Algo en su interior ardió, haciéndole doler el pecho de una forma tibia y en realidad no era desagradable sino todo lo contrario.
Se movió solo para extender ambos brazos en busca de aprisionarlo por el cuello entre ellos y así acercarlo más a ella, de este modo volvió a borrar el espacio físico entre ambos lo suficiente para que sus labios se unieran de nuevo en un beso desordenado y dulce, tranquilo y lento pero al mismo tiempo intenso.

Gwen producía un efecto fascinante en él. Con apenas verla le bastaba para dejar atrás cualquier preocupación o mal trago. Junto a ella parecía que las cosas nunca estarían mal. Y si eso ocurría sólo al mirarla, ni hablar de lo que pasaba cuando la besaba. Era como si dejara de pertener a aquel mundo para pasar a ser enteramente propiedad de ella. Y él no hubiese deseado que las cosas fuesen de otro modo.

Ella lo rodeó con los brazos y él no pudo ninguna especie de traba ante aquello, y menos cuando volvieron a besarse. Parecían estar más tranquilos que antes, pues ya no había señales de la desesperación con la que se buscaban hace un rato, aunque la intensidad de los sentimientos del uno por el otro seguía ahí, latente, iluminando el siguiente paso que quisieran dar.

Sin querer separarse de ella, Shane se giró de tal modo que logró quedar de espaldas contra la cama, con Gwen recostada sobre él. Le gustaba sostener su peso contra él, era como idílico, así que ahora sí se permitiò dejar los labios de Gwen para mirarla con una sonrisa no del todo inocente. —¿Por qué has dejado tu toalla?—Fingió no tener nada que ver al respecto, cuando sí que había sido él quien se había deshecho de ella, aunque no lo hizo premeditadamente. Volvió a perderse entre los labios de Gwen, dejando que sus manos viajasen desde la cintura de ella hacia otras zonas de su piel, acariciándola casi con adoración. Ahora sí que no los separaba más que una toalla, y realmente, Shane no estaba seguro de poder mantener la compostura. —No me creas si no quieres pero... diablos, sí que te extrañé— Admitió, susurrando contra su pie, y sin perder la sonrisa.

Creyó que era casi irónico quedar sobre él ya que, de todas formas, él podría moverla y manipularla a gusto y placer de quererlo, pero tal pensamiento no fue una queja en absoluto, sólo que su toalla se había perdido en el camino.
Desde allí podía observarlo y acariciar su rostro con facilidad, así fue que tomó su cara con ambas manos en una caricia cálida y continuó besándolo como sólo podía hacerlo con Shane. Era como si sus labios se conocieran de toda la vida, danzando en completa sincronización y proporcionándose lo que más le gustaba al otro. Y al alejar sus labios se reconfortó de la separación en su mirada, divertida y con un tinte de lascividad que sólo a él le podía permitir sin sentirse incómoda por completo más que lo que le incomodaba por momentos su propio cuerpo. Ccomo ese momento en el que el género que la cubría se había perdido y entonces consideró lo subestimada que era la ropa interior ya que nunca antes pensó que prendas tan finas y que cubrieran tan poco la pudieran hacer sentir mucho más resguardada de lo que lo hacía sin ellas. Pero no debía sentirse apenada con Shane mas tampoco estaba considerando qué tan lejos podría llegar, no había tenido en cuenta qué seguiría sino hasta ese mismo momento en el que podía sentir la suavidad y calidez de su piel contra la propia acariciándola inconscientemente cada vez que se movía aunque fuese un milímetro, y le gustaba.
En primer momento no dijo nada, se quedó sin respuesta y en blanco al notar las manos curiosas y atentas sobre la extensión de su cuerpo se sintió contra la espada y la pared. Por un lado dudaba de ella misma y no sabía qué esperar sobre lo siguiente ya que claramente nunca había sido tan íntima con nadie, pero contener los impulsos de su propio cuerpo en reacción a los de él le resultaba cada vez más difícil e incluso, imposible.
—Yo también te extrañé.— Su voz sonó en un volumen bajo y tímido pero aún así le sonrió. —Cuando no estás me siento sola.— Admitió en el mismo hilo de voz al mismo tiempo que bajaba ambas manos para abrazarlo más propiamente, recostándose sobre él de forma cariñosa. —Recién, cuando estaba sola pensé que no necesitaba la toalla porque no tengo nada qué cubrir, ¿verdad? porque te pertenezco y entonces has de conocerme por completo.— Cerró los ojos como si eso evitara saber que su rostro se sonrojaba con violencia a medida que recitaba su confesión. No es que fuera una persona sumisa, ser callada y tímida y reservada estaban lejos de ser sumisa cuando siempre había resultado casi autosuficiente, además ser sumisa implicaría ser, además, muy superficial y el modo en el que Gwendolyn le pertenecía a su querido Shane iba mucho más allá de ese perfil. Por eso, aunque no supiera bien qué debía hacer o no estuviera cómoda consigo misma o dudara sobre lo que sea que dudara, había algo que nunca cuestionaría y era que lo deseaba, lo quería con fervor y no había forma de que eso fuera erróneo.

La enorme cantidad de sensaciones que atravesaban por su pecho podrían haberlo hecho explotar. Pensó que nunca antes se había sentido tan feliz, completo. Como si no hubiese absolutamente en el mundo que pudiese eclipsar su felicidad, mientras Gwen estuviese con él. Nunca antes había pensado que podría llegar a amar tanto a alguien, y de todos modos lo que sentía por ella superaba con creces cualquier expectativa. Si la perdía a ella, el mundo perdería a su sol. Por lo mismo es que, aunque su cuerpo se incendiase tan solo pensarla, no se atrevía a ir más allá, porque podría herirla; y si hacía eso... él probablemente jamás regresaría a la normalidad.

En cuanto le abrazó, descansó sus manos sobre la cintura de ella, dejando de lado cualquier plan que pudo haberse gestado en su cabeza. Simplemente no podía llegar y... tomarla. Sentía que, si continuaba la estaría forzando; robando algo que no le habían entregado. Suspiró y besó la frente de Gwen, controlando su respiración para resistir los impulsos que su tacto le producía. —Nunca... Siempre estás conmigo. Digo, eso me ayuda a mantenerme cuerdo, cuando... cuando estás tan lejos. Porque te veo en todas partes, te pienso en cada momento— Confesó, frunciendo un poco el ceño. No quería que Gwen se sintiese sola, aún cuando él no podía estar físicamente a su lado.

Lo otro que dijo ella le dejó de piedra, y se obligó a sonreír para deshacerse un poco del rubor y la sorpresa. Se la comería a besos. ¿Es que no se daba cuenta de lo irresistible que resultaba? Y si le decía cosas como esas... Ay. —Yo también debería deshacerme de la toalla, entonces— Y la miró, divertido, esperando su reacción. ¿Qué por qué seguía con toalla todavía? Porque si se la quitaba, Gwen sentiría de primera mano la manera en que el cuerpo de él moría por poseerla. —Peero, prometí mantenerte caliente— Estiró un brazo para alcanzar la toalla que había cubierto la desnudez de Gwen hasta que llegó él, y como pudo, la colocó sobre ella. —Y así, y empapados, no estamos haciendo muchos esfuerzos por evitar un resfrío.— Bromeó, nuevamente de buen humor. —Aunque, prefiero eso a tener que moverme de aquí, estoy la mar de cómodo.— Y volvió a besarla dulcemente.

Escuchó atenta cada una de sus palabras y al hacerlo no tuvo ni que esforzarse para sentirse mucho más relajada.
Era como si su voz simplemente lograra calmarla y al ser consciente del significado de sus palabras se sintió abrigada. No había nada que la hiciera más feliz en ese momento que saber que él se sentía igual que ella con respecto a lo mucho que lo extrañaba y lo presente que estaba en sus pensamientos cuando estaban lejos.
Lo que no sabía y la estaba matando, era cómo él se sentía al respecto a tantas otras cosas que componían su relación.
Pensó que como Shane era alguien tan simple y al mismo tiempo atento, no debía preocuparse y que seguramente los pensamientos eran los mismos a los propios, pero, ¿Y si no lo eran?
Se abrazó a él con más fuerza, quizás de ese modo lograría que no viera su cuerpo con tanta claridad por la posición aunque tampoco podía negárselo, no había nada que pudiera negarlo y en algún punto sí quisiera que la observara, incluso, que la deseara porque si bien no podía evitar sentir algo de pena, se encontró a sí misma atrapada en pensamiento libidinosos para con Shane, lo quería para ella en todos los sentidos pero si él no lo quería así...simplemente no sabía qué haría.
—Estaremos bien.— Respondió alegre aunque su voz sonara pequeña y baja, primero refiriéndose al posible resfriado y luego consideró hablarle sobre todo eso que abrumaba su mente día y noche, más aún cuando lo tenía cerca, y en ese momento casi quemaba. Se resumió a corresponder el beso antes de poder hablar, al alejarse volvió a esconderse en su pecho. —Quiero decir...En el futuro también, porque estaremos juntos, ¿No?— Pensó en voz alta por lo que sonó algo insegura. Hundió su rostro en el cuello de él aún abrazándolo. —Lo siento, no sé si es eso lo que quieres. — Pensó que moriría de la vergüenza pero si no lo decía tampoco sabría qué pensaba él, por eso se tomó unos segundos para respirar y pensar en qué decir aunque todo sonaba mal en su cabeza y seguía en blanco a la hora de elegir palabras adecuadas. —Al menos yo, cuando estoy sola y pienso en tí, sé que eres a quién querré toda la vida y por eso no debería importarme no tener ropa en este momento. Si quisieras algo no lo negaría y estaría mintiendo si pretendiera que no lo quiero, aunque no estoy muy segura de qué se supone que suceda...— Sus últimas palabras fueron bajando aún más el sonido y pronto se escuchó sólo como un susurro contra la piel de su cuello.

La abrazó con fuerza, con la intensidad con que ella misma parecía buscar refugio entre sus brazos. Prometió silenciosamente siempre estar ahí para cuando Gwen le necesitase. Un pacto peligroso, por cierto, pues había cosas que un simple humano no podía manejar; y aunque Shane tenía claro aquello, haría todo lo que estuviese a su alcance por cumplir.

Le gustó mucho la manera en que Gwen respondió que estarían bien, con total seguridad. Sonrió ampliamente, dando a entender que estaba de acuerdo, y con lo siguiente, depositó un beso sobre su rubia cabellera. —Claro que sí, princesa, no creas que te voy a dejar ir así como así. Y por supuesto que eso es lo que quiero. Mientras... también lo quieras tú, así será. Porque no planeo obligarte a nada, aunque quiera y me queme por dentro, no podría. Así como tampoco puedo decirte que no.— Se dijo a sí mismo que no había problemas con que Gwen supiese eso ahora, después de todo, ya le había dicho, más o menos, que él pertenecía a ella, igual que ella había confesado que le pertenecía a él.

—Gwen. Para mí, no hay nadie más que tú.— Aquel susurro sonó tan dulce que bien pudo haber sido una caricia. Y la mejor parte, es que no era nada menos que la verdad. Ahora, responder lo siguiente era un poco más complicado, pues intentarlo significaba que se disparasen los instintos más banales del chico. Trató de escoger sus palabras con cuidado. —Eres perfecta. Si no fuese tan celoso...— Se calló, porque por ahí no llegaría a ningún lado. Negó con la cabeza y carraspeó un poco. —Olvida eso. Pero, ¿qué...? ¿Qué quieres que suceda?— Casi titubeaba, y sentía que el corazón podría dejar un agujero en su pecho de tanto que lo golpeaba; pero era una pregunta que necesitaba responder. Quizás, intuir lo que podría ocurrir era demasiado fácil, teniendo a ambos jóvenes desnudos, uno sobre el otro, pero parecía que al final, ellos tenían la última palabra.

Dejó escapar un suspiro profundo y claro signo de alivio al oírlo asegurando que él quería, que él la quería a ella, al menos así no se sentía tan estúpida por haber caído en una necesidad que lo ataba a él de la forma más profunda e irrevocable que jamás podría unir a dos personas.
Sabía que no la obligaría a hacer nada que no quisiera en ningún momento mas escuchar la idea en palabras concretas también resulto un alivio, pero entonces quedó claro que debía ser honesta y, muy a su pesar, debía hablar para que él supiera cuando quería algo y cuando no lo quería, de la misma forma que confiaba él se lo diría. Sin embargo, en ese mismo momento había algo que resultaba urgente, que estaba latente y a punto de explotar en ella y más específicamente ante al contacto de su piel con la de Shane.
Quiso decirle que tampoco había nadie más para ella más que él pero ya debía saberlo, no solo porque lo había dicho sino porque de qué otro modo hubiera permitido llegar a esa situación e inclusivo no haberse dado cuenta de la magnitud de intimidad que se debía tener para que sucediera de forma natural, pero así había sucedido y no necesitaba más pruebas para convencerse aunque quizás sí para demostrarlo aún sin saber bien cómo hacerlo. Quizás complacer el impulso que se daba ante el contacto físico era una por más superficial que sonara. No porque Shane era increíblemente atractivo, o al menos no sólo por eso, sino porque lo deseaba con lo más profundo de su ser, anhelaba pertenecerle por así se sentía a salvo y que le perteneciera porque no sabía cómo vivir sin él ahora que lo conocía. Sabía que su corazón le pertenecía pero así como cada 'te amo' reflejaba en palabras como se sentían en formas no físicas, cada vez que sus cuerpos entraban en contacto había algo que los incitaba a seguir a pesar de ser un camino desconocido.
—¿Si no fueras tan celoso...?— Preguntó automáticamente curiosa, casi como en eco, y se levantó serparándose un poco para poder observarlo a la cara aunque no estaba segura de poder hacerlo sin sonrojarse.
Lo observó, tímida, durante unos segundos. Estas pausas con calma para elegir atentamente las respuestas resultaban sorprendentemente en absoluto incómodas pero la llenaban de suspenso. Levantó la diestra y la llevó hasta su cara la cuál acarició con dulzura. Cada beso, cada caricia, todas se sentían como la mismísima gloria y casi siempre era suficiente pero había momentos, como ese, en el que su corazón latía con fuerza esperando que ese sentimiento de completa felicidad llegara a otro nivel. En verdad intentó hablar y ser sincera y clara pero, lamentablemente, no encontró palabras que pudieran describir eso a la perfección, por eso se limitó a volver a buscar sus labios ahora besándolo con tanta pasión como había reprimido hasta el momento sin falta alguna de adoración en el desempeño de su beso. Llevó la mano desde su cara hasta el cuello y hundió los dedos entre el cabello de Shane, aún algo húmedo pero aún así suave y fino. —Te quiero a tí.— Se las arregló para musitar contra sus labios cuando se alejó para tomar aire pero pronto volvió a besarlo de nuevo. De algún modo apegó su propio cuerpo al suyo, como si de ese modo pudiera eliminar aún más espacio físico entre ambos y es que en definitiva esa era su intención mas necesitaba que lo entendiera sin necesidad de más palabras.

Ella se enderezó un poco, y aquel movimiento le tomó tan por sorpresa que se sonrojó de golpe. Habían cambiado los puntos de apoyo entre ambos cuerpos, además de que ahora tenía una mejor visión de la encantadora anatomía de Gwen; y eso era más de lo que su cordura podía soportar, tanto así que le costó hallar las palabras. —Podrías ir por ahí rompiendo corazones— Y sonrió de una manera tan sincera que dejaba claro que no bromeaba.

Pero eso no era lo que importaba ahora, así que se obligó a hablar, y la respuesta que recibió, superó con creces cualquier cosa que hubiese esperado. Atrapó los labios de Gwen con igual pasión, aunque algo lento en reaccionar. ¿Sabría ella lo mucho que impactaba en él cada una de sus caricias? De ser más viejo, seguro le pillaba un ataque al corazón, porque jamás imaginó que su dulce, inocente y adorable Gwen pudiera darle un beso como aquel. Pero se dio cuenta, entonces, de que eso era justo lo que había estado deseando.

Te quiero a tí

Aquello podía interpretarse de muchísimas maneras, pero bastó para hacerlo enloquecer. Deslizó una de sus manos lentamente pero con firmeza sobre la piel de ella, por debajo de la toalla, desde la cintura hasta llegar a su nuca. Sosteniéndola desde ahí, y entreabriendo un poco más sus labios, profundizó aquel beso, valiéndose incluso de los dientes y la lengua. Al mismo tiempo, su otra mano había llegado a adueñarse del trasero y los muslos de la chica. Estaban uno contra el otro, corazón con corazón, casi piel contra piel; no había más espacio entre ellos, y aún así sentía que explotaría si no la tenía más cerca. —Te necesito— Jadeó, contra su piel y con las mejillas ardiendo, aunque era difícil notar aquello porque desde hace un rato que la piel del chico había alcanzado un estado casi febril, así como el ritmo enloquecido con el cual latía su corazón. Hundió su rostro en su cuello, tratando de llenarse de ella, y su boca dejó un tímido cardenal en la nívea piel de Gwen antes de regresar en busca de la suavidad de sus labios. La necesitaba, sí; pues se había convertido en la razón de sus sonrisas cada día y en su fuerza para levantarse cada mañana. Gwen era el soplo de vida que lo mantenía despierto, de modo que sin ella no podría vivir, pero justo ahora, era el deseo que hacía temblar cada fibra de su cuerpo.