En algún lugar del distrito 3; 11:20 am
[privado]

La primera vez en toda su vida que salía de su distrito. Por alguna razón, su padre había decidido que ya era hora que él le acompañase en uno de sus viajes al Capitolio. Shane, aún y sus reparos en cuanto al trabajo de Neil, y al Capitolio mismo, jamás se hubiera negado a un viaje así. Había demasiado por conocer como para decir que no.

No era un viaje directo; y esa era la mejor parte, porque tenían planificado detenerse en unos cuantos distritos antes de llegar al Capitolio en sí, dado que su padre tenía unos cuantos asuntos que resolver por aquí y por allá. Ya habían atravesado todo lo que les restaba de su propio distrito, y también el distrito dos. Mentiría si dijera que luego de aquel trayecto, Shane estaba repleto de hazañas para contar, como decían los libros; pero al fin y al cabo sí había sido un viaje entretenido, de lo más interesante. Jamás hubiera imaginado que resaltaban tanto las diferencias entre distritos, ¡y eso que apenas había visto dos!

Aquella mañana arribaron en el tecnológico distrito tres. Shane lo observaba todo con curiosidad, tratando de absorber la mayor cantidad de información, tratando de comprender a aquellas personas. Su padre le dejó en libertad —aunque con la obligación de hallar un buen lugar en dónde comer— mientras él iba a quién-sabe-dónde.

Shane dejó su mochila en el suelo, apoyada contra sus piernas mientras buscaba algún punto de referencia desde el cual comenzar a recorrer, pero ni siquiera tenía un mapa, y aparte de estar más o menos perdido, todo el que lo viera se daría cuenta de que era cualquier cosa menos un lugareño. Suspiró y comenzó a caminar sin rumbo fijo, esforzándose para no olvidar los lugares que iba recorriendo, para poder regresarse después. Luego de un rato, creyó encontrar a alguien que no lo miraba como si fuese un bicho raro, así que finalmente se atrevió a ir a pedir un mapa, o al menos alguna indicación.

Movió la mirada sorprendida en busca de su rostro al sentir sus manos siendo desprendidas del material de su vestido y siendo reemplazadas por las manos de Shane. No le hizo falta pensarlo siquiera una vez para entre lazar sus dedos con los suyos con seguridad, ante el contacto se relajó un poco más aunque le costó acompasar su respiración, quizás así evitar cualquier tipo de rubor en su rostro aunque no le molestaría, pensó, que Shane la viera como una muñeca, no por el significado negativo que podría darle a la comparación sino porque él había dicho que la muñeca a la que se parecía era linda, ¿Verdad? ¿Entonces él la consideraba linda? Allí iban sus mejillas tiñendose de un rojo carmesí nuevamente, y cómo podría evitarlo cuando su voz sonó aterciopelada replicando que también disfrutaba de cu companía.
Era irreal, la situación en sí misma y más aún lo era Shane, no lograba comprender como la simplicidad de su persona podían distraerla tanto y al mismo tiempo concentrar su atención en sus gestos, en sus palabras, buscándo todo significado posible en ellas, o incluso el por qué de las reacciones que provocaba. No podía entenderlo pero sí sabía que la sensación le gustaba y no quería deshacerse de aquello tan particular que había encontrado por razones que siquiera el destino podrían explicar, si es que este existe.
—No tengo ningún motivo para hecharte.— Interrumpió con una sonrisa risueña invadiendo su rostro. Dio un paso hacia delante acercándose más aún sin desenlazar sus manos, siquiera iba a pensar en ello, y reposó su rostro contra el pecho.

Ya sabíamos que algunas cosas las hacía sin pensar, pues en ciertas situaciones lo que Shane hacía era improvisar, según cómo se sentía o lo que le parecía que iría bien. El riesgo en eso es que no podía imaginarse las consecuencias de lo que decidiese hacer. Al tomarle las manos, Gwen bien pudo haberse apartado, o cualquier otra cosa.

Por suerte, lo que ocurrió no era nada malo. Entrelazaron sus dedos, como habían hecho camino a la casa de ella, y les invadió una sensación de encantadora tranquilidad. Así, parecía que no había nada por lo que preocuparse. Las mejillas de Gwen volvieron a coger ese color carmín, y él sonrió, sintiéndose un poco extraño al comprender que era él quien causaba esas reacciones.

Se encogió de hombros. —Tampoco tengo motivos para irme. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza— Se tragó el final de aquel comentario, pues Gwen se había acercado hasta apoyarse en él. Todo su cuerpo entró en tensión, y por un momento no supo bien qué hacer. Agradeció que Gwen no estuviese mirando pues ahora era él el que tenía las mejillas ardiendo. Con sutileza, separó sus manos de las de ella, para poder rodearla en un torpe pero tierno abrazo. Tragó saliva; no quería arruinar nada, porque si perdía la confianza de ella no sabría qué sería de él. Tampoco sabía por qué de pronto Gwen parecía ser tan importante, pero de todos modos se permitió inclinar la cabeza para depositar un casto beso sobre el cabello de Gwen.

No tuvo tiempo de arrepentirse, antes de siquiera considerarlo ya había apoyado una mejilla contra el cuerpo de Shane y seguido sus manos dejaron que se soltaran. Por un momento temió que la fuera a alejar, quizás había ido demasiado lejos, quizás lo estaba incomodando, y de ningún modo quería eso y la sola idea de que estuviera mal interpretando sus propias reacciones y que simplemente él no sintiera la misma comodidad hizo que su corazón se detuviera y su respiración se volviera pesada mas no tuvo mucho tiempo para analizarlo o calmarse, pronto notó las manos de él rodeándola y el alivio fue indescriptible e inegable.
—Bien.— Musitó en voz baja contra su pecho. —Porque no quiero que lo hagas.— Se tomó una pausa para mover la cabeza un poco, acariciando con su pómulo el pecho del chico a través de la ropa.
Juraría que soltó un suspiro cuando sintió sus labios sobre su propio cabello y fue entonces cuando alzó ambas manos. Una la llevó cerca de su propio rostro, aferrándose de la tela de su remera; y la otra hasta su cintura y desde allí en forma de caricia hasta su espalda. Se sentía cálido y tan cómodo, como si encajaran a la perfección a pesar de las evidentes diferencias entre ellos, en vez de chocar por esas mismas diferencias como solía pasarle con su hermana, era como si complementaran al a perfección. No tenía recuerdo de un momento más anhelado que ese mismo y si estaba confundiendo todo y con esto arruinaba el momento al menos quería poder recordarlo con claridad. Se aferró con fuerza a él, no quería alejarse en absoluto.

Su mundo entero parecía haber cambiado, y él era el último en darse cuenta. No es que fuese un cambio radical, de esos que es imposible no notar; sino que era cambio sutil, que de todos modos ponía de cabeza el orden en la vida de Shane. Lo que pasó fue, a grandes rasgos, que Gwen llegaba a posicionarse como una de las primeras prioridades del chico. ¿Por qué? Quién sabe, pero era impresionante la profundidad de sus sentimientos. Él había podido sentir la soledad y el desamparo de la chica, y había descubierto también que todo eso se acababa cuando él estaba junto a ella. Lo mismo ocurría a la inversa, junto a Gwen, él podía compartir sin problemas sus carcajadas, su alegría, o lo que fuese que pasara por su cabeza. Cada uno encontró un compañero en el otro.

Acabaron enlazados en un abrazo. Tierno, inocente. La caricia de la joven sobre su espalda tenía el poder de electrizarle por completo, y de dificultar su respiración. Él carraspeó un poco, obligándose a calmarse y estrechándola aún más entre sus brazos. Shane llevó sus dedos hasta el cabello de Gwen y los dejó ahí, para quedarse acariciándola con suavidad, perdiéndose del mundo real para encontrarse sólo con ella. Trató de memorizarlo todo; el encanto de sus sonrisas, la dulzura de su tacto, su perfume y su timidez. Todo en ella era especial, y era capaz de remover sus entrañas como nadie había hecho antes, pero aquello no le molestaba en absoluto.

—Entonces...— Arrastró las últimas letras, temeroso de arruinar aquel momento si es que hablaba demasiado fuerte. —¿Sí me dejarás ayudarte a cocinar?— Aunque estuviese susurrando, se adivinaba aquel tono tan característico del joven, con una sonrisa de oreja a oreja y a punto de soltar una carcajada. No iba a molestarse si ella volvía a decir que no, pues lo que le interesaba a Shane ahora, era ver su sonrisa, escucharla reír.

Para cuando la joven levantó el rostro, una gran cantidad de sentimientos golpeó al chico en el estómago, y lo que hizo él fue dejarse llevar por eso. Separó una de sus manos de la cintura de Gwen para sostener su barbilla e inclinarse para apresar cuidadosamente sus labios entre los de él. Su primer beso. Fue una sensación tan dulce y satisfactoria, que esta vez no se preocupó de contenerse, de no arruinar la magia que había nacido entre los dos, pues confiaba que, aunque Gwen se molestase, y lo echase de ahí, todos los recuerdos que acababa de acumular, serían suficientes para seguir adelante.

El mundo pareció detenerse y luego desaparecer. En los brazos de Shane, Gwendolyn se encontraba abrigada de una sensación de protección que deseaba con fuerza no fuera efímera. Cuánto tiempo había vivido rodeada de gente y nunca se había entendido tan bien con ninguno de ellos como lo hacía con él, y estando en una casa vacía más que con él se sentía protegida y definitivamente no sola, incluso hasta querida y eso era una gran palabra y más grande aún el sentimiento. Sin embargo e insolitamente, allí estaba.
Podía sentirlo con claridad en sus propios latidos acompasados y en su respiración cortada y es que escuchar la voz aterciopelada de Shane resonando tan alegre como siempre la hacía olvidar por un momento qué debía respirar.
Y sonrió sin reparo porque no había nada más de importancia, no en ese momento, no junto a él. Alzó la mirada en vista de responderle, aún con una sonrisa dibujada en sus labios cuando se encontró con sus ojos.
Quiso prestar especial atención a la forma de éstos y al gesto que modulaba porque todos los gestos que hacían resultaban increíblemente interesantes pues todos sus rasgos lo eran, pero antes de siquiera poder modular palabra se encontró con una de las manos de Shane en su rostro, sosteniéndolo y sabía lo que seguía, no era difícil de adivinar y simplemente no podía creer que fuera cierto.
No se movió ni se negó, no podía mentirse a sí misma y negar lo curiosa que se sentía por probar sus labios y cuando lo hizo era exactamente lo que podría haber imaginado y más. Dulce, suave, cálido como sólo él podía provocarlo.
No tardó mucho en corresponder el beso, primero algo tímida y con lentitud causa del anhelo de recordar con inmensurado detalle el contacto. Llevó ambos brazos hacia su cuello y lo rodeó abrazándolo desde allí y hasta reposó su propio peso sobre la punta de sus pies elevando apenas unos escasos centímetros cuando sintió más confianza, en ningún momento separó sus labios, ni siquiera quería pensar en ello, ni siquiera podía hacerlo, estaba demasiado perdida entre sus brazos y era exactamente dónde quería estar.

Gwen no emitió reacción alguna; podía ser que la hubiese tomado por sorpresa, que le gustase aquel beso, o bien que no, pero que fuese demasiado cortés como para correr a Shane de sus labios. Pero él estaba demasiado ocupado como para ponerse a pensar en cualquier otra cosa que no fuese en Gwen. Él se había permitido ser egoísta para limitarse a disfrutar de aquel momento. Besarla no se comparaba con ninguna otra cosa existente en el mundo.

Si hace unos segundos se imaginó que no había nada mejor, ahora se daba cuenta de lo equivocado que estaba. Cuando Gwen se acercó más a él, profundizando el beso, fue como si algo explotase en el interior de Shane. Su corazón iba tan rápido que bien podría habérsele salido del pecho, pero eso implicaría separarse de Gwen, y aquello era lo último que planeaba hacer.

Como ya no había necesidad de sostener la barbilla de ella, deslizó la mano por su espalda hasta su cintura nuevamente, a modo de caricia y con eso acercándola un poco más a él. Tomó todo el tiempo del mundo para deleitarse con la dulzura de Gwen, la suavidad de su piel y la calidez que generaba su cuerpo contra el de él. Podría quedarse eternamente ahí.

Eternamente... hasta que sus cuerpo reclamasen aire; aunque aún así no iba a soltarse de ella. Alejó lentamente sus labios, arrepintiéndose a cada segundo. Apoyó su frente contra la de ella y la miró, sonriendo tenuemente. —Eres... increíble— Apretó los labios, tragándose un suspiro y resignándose a lo que acababa de decir. Por supuesto, terminó sonriendo de todos modos, mientras acariciaba el cabello de Gwen. En ese momento, terminaba de sellarse una alianza, una que entrelazaba sus destinos desde ahora en adelante.