Aún faltaban dos días por delante para terminar la semana y sólo entonces podría escapar de las tareas diarias para ver a Shane pero no podía esperar dos días. No sólo porque estaba sola en casa y porque no tenía con quién reír ni con quién charlar como lo hacía con él y porque simplemente lo extrañaba, no sólo por todo eso. Sino porque....Lo había visto al salir de clases esa mañana, sabía lo que estaba pasando y no podía evitar sentir miedo. Sí, miedo. No había otra palabra. En el camino de vuelta a casa había visto muchos más hombres uniformados de blanco de lo que normalmente había y eso la obligaba a ser pensando en ello. Incluso luego de haber decidido tomar un pequeño bolso y subirse al tren seguía ese pensamiento, esa imagen en su cabeza. Todos en fila, la urna, y finalmente, un nombre siendo llamado por el altavoz. Su piel se erizaba cada vez que lo recordaba y su pecho se oprimía en angustia.
A veces sentía como si la gente pudiera percibir que en realidad no tenía nadie a quién ver ni con quién hablar y no es que en verdad le importara qué pensaran los demás pero le resultaba incómodo creer aunque fuera por un segundo que ellos lo sabían. Entonces se recordó que incluso el pensamiento era un poco tonto y una voz se le dirigió. Parpadeó una, no. Dos veces, como sorprendida o como si recién saliera de su pensamiento. -¿Mapa?- Repitió prerrogando. -No sé dónde puedes conseguir un mapa.- Admitió encojiéndose de hombros. -Err...¿A dónde quieres ir? Podría indicarte.- Nunca había usado un mapa porque como siempre había vivido allí nunca lo había necesitado, pero sí sabía el Distrito de memoria y quizás eso podría ayudar.
Justo como lo había pensado; al observar a ambos lados de la larga calle no había ni un alma vagando, no hasta que se percató de que alguien sí caminaba por allí, y no es que la sorprendiera que alguien caminara en la calle pues para eso existen, sin embargo esta persona lucía diferente, distinta a todos allí y sabía muy bien cómo, o mejor dicho, de dónde provenían esas prendas, esos gestos. Esta no era sólo una mujer caminando por la calle, eso no la hubiera alarmado. Aún con ambas piernas sobre el asiento del banco y sus brazos al rededor de sus rodillas acercándolas a su pecho tanto como era posible, la observó de lejos pensativa, ¿Por qué una persona del Capitolio estaría aquí?