Desde hace mucho, mucho tiempo la magia ha quedado relegada a una leyenda o cuentos de terror para que los niños no confiaran en extraños, ¿te han contado esos cuentos? Probablemente. Tengo entendido que ahora es eso lo que llegó a mis oídos.
Yo amaba a mis hijos, a cada uno de los siete que tenía, en esa época era muy común tener varios descendientes sin nada de lo que hoy en día contáis para poder evitar embarazos. Nunca me iba a arrepentir de tener a Aurora, mi gran rallo de sol. Mi roca. Ni tampoco a Bambina, la sabía. Carmine, el chico listo y avispado. O Donna, la impaciente. Ezechiele, mi cuarto hijo, era un estratega pero muy egoísta, aunque tampoco me arrepentiría de traerle al mundo. Fabrizzio, el sensato y el precavido. O Guido, mi pequeño y dulce Guido, ese niño de seis años que correteaba por toda la cabaña con una sonrisa de oreja a oreja. Y a esos niños, precisamente porque los amaba, les hable de la magia como algo maravilloso y que podía ayudar al hombre si no se dejaba embaucar por el poder y la avaricia. Como aquel vecino de sonrisa encantadora y ojos siniestros.
Actualmente el poder para canalizar los elementos los tenía una única persona en la familia, quién hacia a su vez de guardián para los demás. Como comprenderéis, era yo quien tenía ese papel en mi familia y era mi deber elegir a uno de mis siete hijos para llevar sobre sus hombros el peso del poder familiar. Lo que no esperaba, era que incluso mis hijos sucumbiesen a la avaricia y eso despertara en nuestro amable vecino la envidia y la codicia.
Guido solo tenía seis años, tenía una vida por delante para sonreír, divertirse, saltar, correr y tener su propia familia, pero Ezechiele decidió que era el más pequeño y por lo tanto el más idóneo para entrar a buscar el cristal familiar que yo guardaba. Aurora se opuso, pero acabó cediendo a la presión de grupo que entre todos, sin quererlo, se estaban ejerciendo al verse solos si no se involucraban. Y lo peor de todo, fuera del poder de la magia. Pero no calcularon bien y tras asustarse con mi fiel y amigo minino Guido se precipitó desde el árbol hasta el suelo. Los gritos de socorro y mi intento de curarle no sirvieron de nada más que para que nuestro vecino, Efrain, comprobase como mi poder se hacia presente. Bruja, hechicera, enviada del diablo, demonio en forma de mujer. Todo aquello y más fue lo que Efrain usó contra mí y con lo que empezaron la persecución de mi familia. Huyendo de Europa fuimos a un nuevo mundo, un lugar dónde empezar de cero y huir de los cazadores. Pero Efrain nunca se daría por vencido. No después de que ansiara sin medida el poder que yo tenía para salvar a su hija de la peste. Por suerte, nunca lo consiguió, y nosotros ya habíamos partido cuando los aldeanos rodearon nuestra morada para incendiarla y purificarla.
En el nuevo mundo no tenía a Guido, mi pequeño había quedado enterrado junto al árbol del que cayó y en el que yo misma había puesto esperanzas y había dotado de poder para protegerle con sus raíces. Tenía seis hijos ahora. Seis que llevaban sobre sus hombros la muerte de su hermano, pero seis hijo que iba a dejar indefensos frente a los cazadores. Tampoco podría darle el poder a uno de ellos haciendo que el resto quedasen desprotegidos. Tome una decisión y nunca me he arrepentido. Fue esa decisión la que desembocó en la situación que hay ahora. Los elementos. Seis en total. Seis para seis hijos. Uno cada uno. La magia dividida entre familiares dónde al fin y al cabo debían estar unidos para ser más fuertes. El aire ayuda al fuego, el agua alimenta la tierra, el metal conduce la energía, y así sucesivamente. Entre ellos se usaban de canalizadores para poder tener el poder completo. ¿Y si había problemas? El agua cortaba el fuego, el fuego destruía la madera de la tierra. Y mucho más. Estaban conectados entre sí, y eso iba a provocar que todos los descendientes lo estuviesen también. Poderes divididos. Aquello me llevó a dar mi propia vida, un sacrificio que nunca iba a ser en balde, ni del que tampoco iba a arrepentirme.
Aunque nunca conté con que Efrain iba a tomar el tema de forma tan personal. Su hija murió, se la llevó la enfermedad y catalogó a los brujos como seres diabólicos que la habían castigado con eso y podrían castigar a los inocentes aldeanos de su alrededor con más enfermedades para sufrir y agonizar hasta la muerte. Fue el primero en organizar la caza de brujas, con su jerarquía y sus reglas. La caza de brujas comenzó buscando la erradicación de la “raza demoniaca”, de los humanos endemoniados, de los seguidores de Satanás, de los que habían vendido su alma por un poco de poder del diablo. No tienen piedad, no quieren dejar la causa perdida y perdonar los errores pasados. Ya nadie me recuerda a mí o a mis hijos. Ni a Efrain ni a su hija. Ya nadie recuerda tan siquiera de historias anteriores que han quedado en el olvido entre los que los brujos y los cazadores han chocado y acabado con vidas de personas. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos. Pero eso da igual, ahora lo importante es sobrevivir.
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Mar Sep 11, 2012 10:38 am por Gemma Aniston
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